Nietzsche defendía que el lenguaje encierra miles de trampas y nos hace caer en conceptos erróneos. Pone en entredicho todo el mundo metafísico y lo reduce a palabrería hueca. Sin embargo, nunca dejó de hablar su idioma, el alemán.
Andre Gorz, filósofo existencialista, planteaba que ninguna vida tenía sentido, sólo estaba repleta de momentos huecos y vacíos, sin ningún significado real y exponía que no había motivo real por el que vivir. En cambio, se suicidó junto a su mujer cuando a ésta le detectaron cáncer de mama.
Rosa Díez, ex militante del PSOE y fundadora de UPyD se quejó ante Mariano Rajoy de la injusticia de la ley D'Hont, alegando que favorecía a los partidos poderosos y restaba poder a los minoritarios. Lo curioso es que el ahora presidente le hizo ver que ella había estado sentada muy cómodamente en las sillas del PSOE y nunca había levantado la voz sobre dicho tema hasta ahora.
Muchos anarquistas radicales, por no decir la inmensa mayoría, pagan sus impuestos y obedecen las leyes, aun pensando que no debería haber ninguna forma de poder gobernante en la sociedad.
Aun así, siempre hay que tener una filosofía. Siempre hay que tener un criterio y una utopía imaginable que defender y argumentar, aun cuando tus acciones no sean consecuentes con esta utopía. Pero es normal. Aunque pienses de determinada manera, la sociedad siempre te llevará a actuar de manera distinta. No es evitable. Las cosas son así. Puedes decir que algo está muy bien o muy mal, sin embargo sorprenderte a ti mismo actuando de modo opuesto a tus palabras. Es la misma situación que un fumador diciendole a personas sanas que fumar es perjudicial. No tiene sentido. Pero es así.
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