No eres tú. Ni tu pelo, ni tus ojos, ni tus labios pintados. Tampoco tu ropa, tu peinado o tu estilo de maquillaje. Nada tienen de especial tu cara o tu cuerpo. Jamás he hablado contigo, no te he olido ni tocado y no he escuchado tu voz. Dudo que sean las pocas palabras que hemos intercambiado, las muchas que has escrito o las infinitas que me he imaginado. No ha llegado a mis oídos ninguna nota de la música que tocas. Descarto por absurdo que se trate de tus amigos o amigas, no sé ni cuántos ni quiénes ni cómo son. De la misma forma, ignoro tu situación familiar, posición religiosa, política o posibles códigos morales. Como verás...Sé más bien poco de ti.
Sin embargo, te intuyo. Sé mucho sobre ti, pero no puedo darle palabras ni forma tangible. No, mi cabeza me susurra tu realidad de manera inconsciente. Según Descartes, la intuición es una forma primitiva de conocimiento; te conozco de forma paralela. Y si nos vamos a Platón, no solamente te conozco, sino que te recuerdo. Te he visto antes, y plasmo mis vagas memorias sobre lo que ahora eres tú. Estás siendo el molde para la escultura que mi interior está deseando tallar. Perdón por el abuso, pagaré los derechos de imagen. Pero quiero que te quede claro que no eres tú. Me he cruzado con muchas antes que contigo, y probablemente con otras tantas después de ti. Puede que a todos nos pase lo mismo, no lo sé. Pero te diga lo que te diga, haga lo que haga y sienta lo que sienta...No eres tú, es la idea que tengo de ti.
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